Pretendo con esta bitácora presentar mis reflexiones sobre la situación presente y la posibilidad de seguir pensando en otro mundo posible, mejor para todos, especialmente para los que peor viven. A pesar de los vientos que soplan. O mejor: si somos capaces de hacerlo, aprovechando la fuerza del viento contrario.

viernes, 25 de octubre de 2013

Wert contra Sócrates



            En el año 399 a. C. en Atenas, recién restablecido el sistema democrático, pero con la ciudad todavía convaleciente de las heridas sufridas durante las Guerras del Peloponeso y el posterior gobierno de los Treinta Tiranos, Meleto, Ánito y Licón presentaron una acusación ante el tribunal de los Quinientos cuyo contenido se recoge en la Apología de Sócrates de Platón con estas palabras: «Sócrates delinque corrompiendo a los jóvenes y no creyendo en los dioses en los que la ciudad cree, sino en otras divinidades nuevas.» (24b).
            Extraña que, en un contexto religioso poco preocupado por la ortodoxia, se presentara una acusación de este tipo. Sócrates se defiende de ella afirmando que su convicción de que una voz interior que le impide tomar perturbadoras decisiones es de origen divino, no supone poner en duda las creencias religiosas tradicionales de la ciudad. Reduce además al absurdo la acusación de Meleto en un diálogo en el que Sócrates dirige a su acusador preguntas cargadas su ironía característica. 1
            Después se defiende de la acusación de corromper a la juventud y, al hacerlo, describe lo que sus acusadores entienden por corrupción.
            Explica Sócrates que tratando de entender por qué un oráculo había afirmado que él era el más sabio de todos los hombres se dirige primero a políticos, después a poetas y a
otros colectivos a los que va demostrando, manejando su ya citada y habitual ironía, que la pretendida sabiduría de unos y otros no era tal. Es decir, va desenmascarando a los que se creen sabios por haber alcanzado un puesto importante, por haber acumulado un patrimonio cuantioso o por haberse hecho famosos. Esta actividad, que Sócrates entiende como una exigencia ética2, despierta el interés de sus discípulos:
  «Se añade, a esto, que los jóvenes. que me acompañan espontáneamente -los que disponen de más tiempo, los hijos de los más ricos- se divierten oyéndome examinar a los hombres y, con frecuencia, me imitan e intentan examinar a otros, y, naturalmente, encuentran, creo yo, gran cantidad de hombres que creen saber algo pero que saben poco o nada. En consecuencia, los examinados por ellos se irritan conmigo, y no consigo mismos, y dicen que un tal Sócrates es malvado y corrompe a los jóvenes.» (23cd).
El carácter del filósofo es patente que le acarreó múltiples enemistades. Su actitud crítica ante todo, su exigencia de honestidad y coherencia, de respeto a la verdad y a la justicia, su inconformismo... lo convirtieron en un personaje molesto, un tábano (así se describe él en la Apología platónica, 30e) molesto para algunos hasta la exasperación. Y fueron muchos los que se picaron por las picaduras de este incómodo personaje que, no sólo se atrevía a pensar sobre cualquier asunto, sino que además, ¡que osadía! decía lo que pensaba.
           
            Otros, sin embargo, sus discípulos, jóvenes de buena familia, se sintieron seducidos por ese aliento perturbador y pretendieron imitarlo. Esa era la corrupción que provocaba Sócrates en la juventud: los dotaba de espíritu crítico, los animaba a poner en cuestión todo lo que no fuera el resultado de una reflexión racional.
            Podían soportar su ironía; podrían haber aguantado sus impertinencias; pero que su magisterio diera como resultado unos jóvenes capaces de pensar por sí mismos... resultaba ya del todo intolerable.
           Entre los muchos despropósitos de la LOMCE no es el menor la eliminación casi total de la Filosofía del curriculum de secundaria y bachillerato. Quizá no afecte a muchas personas, pues el colectivo de profesores de Filosofía no es demasiado numeroso. Pero eso no resta importancia a la amputación que se va a realizar en la formación de nuestros jóvenes. En realidad, esta decisión desvela uno de los objetivos principales que se pretende alcanzar con esta reforma educativa: conseguir profesionales eficientes y obedientes, que hagan a la perfección lo que se les ordena, sin plantearse siquiera qué es lo que están haciendo. Y precisamente esto es lo que la filosofía puede hacer imposible.

            La Filosofía no es una materia instrumental, no se incluye en las pruebas internacionales que miden el nivel educacional de los distintos países; no sirve para alcanzar el éxito, fundamentalmente en lo económico, que parece que debe ser el objetivo último de la educación, según se dejó ver en el primer párrafo de la exposición de motivos del primer borrador de la LOMCE: «La educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y el nivel de prosperidad de un país. El nivel educativo de un país determina su capacidad de competir con éxito en la arena internacional y de afrontar los desafíos que se planteen en el futuro. La educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y el nivel de prosperidad de un país. El nivel educativo de un país determina su capacidad de competir con éxito en la arena internacional y de afrontar los desafíos que se planteen en el futuro.» Y, a continuación, «En la esfera individual, supone facilitar el desarrollo personal y la integración social. El nivel educativo determina las metas y expectativas de la trayectoria vital tanto a nivel profesional como personal, así como el conjunto de conocimientos, recursos y herramientas de aprendizaje que capacitan a una persona a cumplir con éxito los objetivos planteados.» 3
            El disparate era tan patente que en un borrador posterior ese párrafo se modificó y fue sustituido por este otro: «Los alumnos son el centro y la razón de ser de la educación. El aprendizaje en la escuela debe ir dirigido a formar personas autónomas, criticas, con pensamiento propio. Todos los alumnos tienen un sueño, todas las personas jóvenes tienen talento. Nuestras personas y sus talentos son lo más valioso que tenemos como país.»4
            El cambio es radical; pero el papel parece que lo aguanta todo. Hay cosas que no se pueden decir, aunque se busquen. Por eso, la minusvaloración de la Filosofía en el curriculum del Bachillerato, de acuerdo con la norma ya aprobada en el Congreso5, descubre que ha prevalecido la primera intención; y que las bellas palabras con que reemplazaron a las primeras no sirven para otra cosa que para enmascarar la primera y verdadera intención de la ley. Los hechos -la parte dispositiva de la ley y, en concreto, los artículos en los que se establece el curriculum de los últimos cursos de secundaria- contradicen esa bella declaración de intenciones, al convertir en optativa la Formación Ética en 4º de E.S.O., que se ofrecerá como alternativa a la Religión y la práctica eliminación de la Historia de la Filosofía, reduciéndola a una mera optativa en 2º de Bachillerato.

            Si el Sr. ministro de Educación hubiera estado en el tribunal de los 500, seguro que habría aceptado como cierta la acusación de Meleto y Ánito: la filosofía, personalizada en el incómodo Sócrates, corrompe a la juventud; precisamente porque contribuye (evidentemente, no de manera exclusiva) a formar personas autónomas, criticas, con pensamiento propio. Dado que la pena de muerte está fuera de nuestro horizonte constitucional, podemos pensar que nuestro ministro habría optado por una condena distinta a la ingestión de la cicuta. Pero seguro que habría propuesto medidas para impedir que la corrupción se apoderara de los jóvenes. Medidas como las que prescribe esta perniciosa ley.
            El problema es que esta decisión pretende algo que, a medio plazo, es imposible: detener la historia, acabar con el progreso.6
            En su teoría sobre las generaciones7 Ortega señala que lo que hace posible el progreso de la historia es, precisamente la polémica entre las generaciones. Cada generación, dice, recibe la herencia vivida y pensada por las anteriores; pero, además, debe construir su propio modo de vida, lo que supone una cierta rebeldía frente a lo recibido. Y esta rebeldía es precisamente lo que hace posible la innovación y el progreso de la historia. Y eso es lo que esta ley, si llega a aplicarse, obstaculizará gravemente.
            Sirva para terminar esta cita de Ortega, el filósofo español más conocido y, posiblemente, más apreciado: La notoria «inutilidad» de la filosofía es acaso el síntoma más favorable para que veamos en ella el verdadero conocimiento. Una cosa que sirve es una cosa que sirve para otra, y en esa medida es servil. La filosofía, que es la vida auténtica, la vida poseyéndose a sí misma, no es útil para nada ajeno a ella misma. En ella, el hombre es sólo siervo de sí mismo, lo cual quiere decir que sólo en ella el hombre es señor de sí mismo. Mas, por supuesto, la cosa no tiene importancia. Queda usted en entera libertad de elegir entre estas dos cosas: o ser filósofo o ser sonámbulo. 8
            ¿Preferirá el señor ministro -y los parlamentarios que den o hayan dado el sí a esta ley- una juventud de sonámbulos para evitar que se comporten como molestos tábanos, al estilo del viejo Sócrates?



1 Jenofonte en su Recuerdos de Sócrates abunda en este sentido diciendo que «...me sorprende que los atenienses se dejaran convencer de que Sócrates no tenía una opinión sensata sobre los dioses, a pesar de que nunca dijo o hizo nada impío, sino que más bien decía y hacía respecto a los dioses lo que diría y haría una persona que fuera considerada piadosísima»
2 En efecto, voy por todas partes sin hacer otra cosa que intentar persuadiros, a jóvenes y viejos, a no ocuparos ni de los cuerpos ni de los bienes antes que del alma ni, con tanto afán, a fin de que ésta sea lo mejor posible, diciéndoos: «No sale de las riquezas la virtud para los hombres, sino de la virtud, las riquezas y todos los otros bienes, tanto los privados como los públicos.» Si corrompo a los jóvenes al decir tales palabras, éstas serían dañinas. 30 b
6 En la LOMCE hay muchos otros elementos de difícil asimilación para una mentalidad crítica y autónoma, como puede ser la puesta en práctica del darwinismo social en el campo de la educación, aunque esto pude ser objeto de otra releflexión y de uno próxima entrada en el blog.
7 Desarrollada sobre todo en  “En torno a Galileo” curso explicado en 1933, y recogido en el vol. V de sus Obras Completas.
8 J. Ortega y Gasset, Bronca en la Física, recogido en el vol. V de sus Obras Completas.

2 comentarios:

  1. Ojalá y lo digo de todo corazón que la educación se resolviera enseñando filosofía. Soy profesor de FP (técnico) vengo del mundo del derecho y la economía, pero no puedo olvidar cuando estudiaba filosofía (y sigo leyendo y formándome) que nos hacia pensar, reflexionar, opinar con sentido crítico. Tenemos y viendo lo que se avecina, un sistema educativo rígido, aburrido, impartido por tristes que golpean la creatividad y afean al arriesgado, al romántico o al inquieto.
    Comentario: Alfonso Chaves

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  2. Tener actitud crítica es lo que asusta a los políticos, a los de todas las épocas. Una estrecha relación entre intolerancia y miedo a las ideas lúcidas que emergen de jóvenes cabezas. La cicuta de nuestros días es el castramiento que le han practicado al sistema educativo, las prótesis ortopédicas que le hacen llevar al falso progresismo que nos quieren vender y las rancias recetas medievales que nos quieren vender con la LOMCE. El poder no quiere incomodarse ante la ola de intelectuales conscientes e impotentes que presencia su atraco a mano armada. EN lugar de muchas voces solo veo muchos colores con lemas parecidos. La criba educativa traerá de nuevo más precariedad, una reducción de valores y una plantilla de visiones precocinadas (las de los poderosos, desgraciadamente). Un abrazo grande y enhorabuena como siempre.

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